domingo, 26 de septiembre de 2010

Perdidos en Baracoa. De guaguas y playas.

Cuando partí a la Habana estaba determinada a montarme en una guagua, ya que, como habitante del Parque Alcosa, en Sevilla, barrio con la dicha de haber poseido la guagua más auténtica de la ciudad, tenía que lograr el reto de probar también la guagua cubana. En resumen diría: "Una guagua es un autobús 70 (la guagua alcoseña) en plena Semana Santa, o en fin de semana, cuando esperas el último autobús"



Me vino a la cabeza, constantemente, la imagen de aquellos decrépitos vehículos azules cuyas ventanas se despegaban y salían volando, o cuya velocidad era más lenta que la de un ciclista.

Era como volver a la adolescencia, pero bajo un sol distinto.



La primera guagua tardó en llegar, alrededor, de quince o veinte minutos, algo que no debe asustar a alguien como yo, acostumbrada a los autobuses de mi ciudad, que no brillan por su puntualidad.

El vehículo era grande, de dos partes, allí los llaman ómnibus. Estaba lleno de gente, hasta las trancas. Entramos todos, comprimidos, y soportando estoicamente el calor. Fuimos a pagar con una moneda de veinticinco céntimos de un CUC para los cuatro. El conductor miró con atención la moneda, la tomó y nos dio señas para que avanzásemos, cosa que era inviable. Tuvimos la sensación de que el precio debía ser más bajo, tal vez tendríamos que haber regateado.



Pronto los cubanos nos sacaron conversación, sorprendidos de ver a cuatro turistas en una guagua. Nos indicaron el lugar exacto para tomar el siguiente autobús, que nos llevaría a la playa de Baracoa, la última parada.



La guagua por dentro en una simbiosis entre lo que fue el autobús en su origen, la mayor parte de los ómnibus son chinos, y la decoración particular de cada guagua. La zona delantera está recargada, a modo cubano. A veces, ventilador, y ornamentos caribeños a gusto de todos. A veces, música, en el volumen cubano, esto es al máximo, y con un hilo musical de lo más dispar.



La segunda guagua tardó un poco más. El trayecto resultó más largo de lo que pensábamos, claro que no sabíamos que nos íbamos a salir de la provincia. La gente se iba parando en los distintos municipios, y la guagua se iba vaciando. En algún momento paramos en una zona residencial (de viviendas), en las que vendían productos de ganadería y del campo. No sabíamos bien porqué parábamos allí, hasta ver al conductor hacer cola para comprar huevos, más tarde volvió y retomamos el camino. La gente parecía acostumbrada a estos detalles impensables en España.

El conductor nos había prometido avisarnos al llegar a la playa pero eso nunca sucedió. En la última parada, se percató de nuestra presencia, y llevándose la mano a la cabeza dijo:



- ¡Se me olvidó! Tenemos que dar la vuelta.

Llevábamos horas desde que decidimos abandonar el autobús de turistas en La Habana, ya poco nos importaba unos minutos más o menos.

Dimos la vuelta, y paramos en la playa de Baracoa. Tengo que decir que la playa en esa parte es muy pequeña, y nada vistosa, aunque el agua es celeste y caliente, como en todo el Caribe. Es la playa de la gente que vive por allí. Caminamos por un área llena de chiringuitos donde sirven comida y bebida.

Tomamos lugar en la pequeña calita, cuyo fondo natural es impresionante. Éramos los únicos extranjeros, el resto eran personas que habitaban por allí. No hacía mucho calor, el día estaba más bien nublado, pero darse un baño en ese agua tan cálida es un auténtico gustazo.

De vez en cuando pasaban vendedores ambulantes con uvas, mamoncillos, cerdo, pescado y pollo. La comida se sirve dentro de unas cajas de cartón y se come con las manos.

Los cubanos son de chiringuito playero, como los españoles. Pude observar cómo es cierto el dicho de que la gente es igual en todas partes.

Las mujeres van cargadas con enormes bolsas playeras, igual que en nuestras playas, en las que guardan de todo. Cada núcleo familiar se agrupa en su sombrilla, y allí comen y vuelven a comer, entre baño y baño, protegidos de los rayos solares, tan potentes en el trópico.

Una tormenta interrumpió nuestra jornada playera, que apenas duró una hora. Nos calló encima un chaparrón de gotas gordas que calaba hasta lo más hondo, algo que poco importaba, porque estábamos mojados.

Regresamos a la parada, tomamos la primera guagua, y luego un ómnibus hasta La Rampa. El viaje de vuelta estuvo salpicado de anécdotas. Conocimos a un jovencísimo guardia de inmigración que nos informó que teníamos que tener cuidado en algunos lugares, como por ejemplo aquella misma zona, que según él no era muy segura (Baracoa).

-Aquí no suele pasar nada- comentó- pero, como en todas partes, hay buena gente y mala gente. Sobre todo, no hagan caso de la gente, y no compren nada que no sea oficial, ni cambien dinero en la calle.

En el ómnibus estuvimos acompañados de un joven policía, fuera de servicio en ese momento, y un militar que vivía por Vedado.

El hilo musical parecía sacado de Kiss Fm... Nothing Compares to you, Another Day, Carless Whisper... la gente se olvidaba del calor, los apretones, y los frenazos al compás de la música. Todos cantaban, los jóvenes en perfecto inglés, los viejos tarareaban la música.

Llegamos al hotel.

A diez cuadras o a veinte.

La mañana del jueves hicimos nuestro primer contacto con españoles en el hotel. Era una pareja de Valencia, que se encontraban en La Habana gracias a un premio recibido por ella en su trabajo. Silvia y Txua. El día anterior nos habíamos cruzado en el ascensor, recién llegadas del Morro, y literalmente tostadas. Nos preguntaron si veníamos de la playa, y si quedaba lejos. Les explicamos que era de andar por la calle, sin embargo, acordamos ir juntos a la playa al día siguiente. Según los mapas de La Habana que yo había consultado, habría playa más allá de Miramar.

Como de costumbre, tras el desayuno, salimos a la calle a preguntar por la parada del bus turístico. Uno de esos que hay en todas las ciudades, con la parte superior al descubierto, para poder hacer fotos o, simplemente, observar la ciudad desde las alturas. Un hombre nos había dicho el día antes que con ese bus podíamos parar directamente en la playa de la Habana, que estaba, según sus indicaciones, hacia Miramar.
El precio del tour era 5 CUC y te podías bajar y subir donde quisieras, todas la veces que quisieras, mientras durase el recorrido, pasaba un bus cada media hora.
Lo buscamos, y finalmente nos montamos. El viaje en la zona "descapotable" del autobús resultó ser plácido y relajante. Por primera vez tuvimos una panorámica clara de la ciudad. En ese momento nada podría presagiar la aventura que estaba por suceder, a lo largo de la mañana, eso sí, ¡bendita aventura!

Pasado Miramar, el bus hizo una parada en el Hotel Copacabana, y percibimos el intenso olor del mar. Preguntamos si eso era una playa, y la guía nos dijo que así era, de modo que bajamos, sin más preguntas.

El hotel tapaba el único acceso posible, así que entramos a preguntar por donde podíamos acceder. Un chico nos comentó que la entrada era por ahí, y que teníamos que pagar. Nos miramos con estupor y comentamos entre nosotros que debía haber una zona para que accediesen los cubanos, nos marchamos a buscarla. Segundos más tarde el chico corría tras nosotros, y nos indicó la zona en la que se bañan los cubanos, no sin advertirnos que no era una playa de arena, sino una calita acantilada. Pasamos por allí, y la observamos, cuando estábamos a punto de tomar sitio en la zona, otro chico nos abordó, y nos recomendó una playa de arena "cercana", a unas diez cuadras, que son calles para ellos.

Seguimos caminando, el sol azotaba nuestros cuerpos sin piedad, nos protegimos con paraguas al modo cubano. Pasamos el Meliá, seguimos calle abajo, hacia el Acuario Nacional, intentamos parar a una joven para preguntar la dirección exacta, pero nos esquivó sin mucha sutileza. Esto es algo que iguala al cubano con el andaluz, o es extremadamente simpático, o extremadamente antipático. Aunque abunda el primer tipo.

De repente otro joven se cruzó con nosotros, como si fuera en nuestra dirección, y nos sacó conversación. Nos indicó que la playa estaba a 20 cuadras, pero que no quedaba lejos. Las cuadras parecían multiplicarse por segundos. Era muy elocuente, como todos los cubanos del tipo simpático. Son grandes conversadores. Nos explicó como funciona el sistema de la doble moneda, y que debíamos cambiar en moneda nacional para poder pagar más barato, ya que se aplica el precio equivalente, y nosotros pagamos más caro que ellos, claro en divisa. Nos aconsejó no hacerlo en la calle de ningún modo.

Luego se despidió y continuamos nuestro camino, para ser nuevamente intervenidos por un dúo de mulatos, que decían conocernos porque trabajaban en el Hotel Vedado de vigilantes. No nos sonaba la cara de nada, pero les dimos un voto de confianza. Nos dijeron que la playa a la que nos dirigíamos no era aconsejable, porque allí abunda el tiburón blanco. Nos juraron que había salido la noticia en la radio, algo que era completamente falso, pero nosotros no lo sabíamos.

Lograron desviar nuestro camino hacia una parada de guagua, que nos llevaría a la Playa de Baracoa. No sin antes, intentar convencernos para ir con ellos al Palacio de la Música, sin éxito.

Una vez en la parada, una señora mayor nos comentó que esa guagua no dejaba en Baracoa, que teníamos que bajar dos paradas más allá y montar en otra.

Así comenzó la ventura hacia Baracoa, lo que merece un capítulo completo.

domingo, 19 de septiembre de 2010

De divisas y turistas.

En mis anteriores entregas he mencionado el tema de la divisa y de los efectos del turismo, sin profundizar demasiado. Ahora me veo en la obligación de hacerlo, para ser fiel a mi espíritu crítico y constructivo.


Mucha gente que acude a la isla, independientemente de la ideología que tenga, apunta a la divisa y a la doble economía, sistema de equivalencia entre el CUC para el turista y el peso para el cubano, como origen de todos los males. La principal crítica que se hace a la Revolución, desde hace años, es que sus profesionales, profesores, médicos, ingenieros, científicos, etc, tienen sueldos muy bajos, mientras que aquellos que trabajan en el sector turístico acceden sin problema a la divisa, generando unas ganancias que están muy por encima de las del resto. Allí se habla, a menudo, de "pirámide invertida", y todos apuntan a la Revolución como causa directa de este hecho, y a la economía socialista.


Pero parece que todos olvidamos que el problema de la divisa no es un mal de origen político, sino económico. Quiero decir, que no está originado por el establecimiento y desarrollo de una política económica socialista, sino por un problema de dependencia económica.


De hecho, el problema de la divisa afecta a otros paises subdesarrollados, que usan el dolar como divisa o moneda de cambio para las transacciones internacionales, es decir, para poder comprar y vender, porque su moneda tiene un valor muy bajo.

La política monetaria del FMI (Fondo Monetario Internacional), y de la mayor potencia económica del mundo durante el siglo XX, los EEUU (que ve peligrar en la actualidad su reinado) ha sido la de mantener el dolar como patrón internacional, por ser la moneda más fuerte. Esto aumenta la dependencia económica de los paises pobres en relación a los ricos, y se ha traducido en el dominio económico de los EEUU durante la centuria pasada.


Algunos paises decidieron unificar la moneda, y acojerse al dolar, lo que conllevó una subida drástica de los precios, y del coste de la vida, directamente relacionado con el empobrecimiento de las clases sociales menos pudientes.


Para que sea comprensible, pongo el ejemplo de la entrada en vigor del Euro. El Euro tiene un valor más alto que la peseta, así 1 Euro eran 166 pesetas (más o menos). Al adoptar una divisa europea como patrón monetario nuestra economía comenzó a redondear los precios, pero al alza. No creo que se os haya pasado por alto la subida de los precios y del coste de la vida.


Pues en Cuba existía un problema añadido, y este es el conflicto con EEUU, que mantiene un bloqueo económico a la isla que, ya, dura 50 años, y que por tanto, podía usar su moneda como instrumento desestabilizador. Cuba usó el dolar como divisa hasta el año 2004, más o menos, en que empezó a usarse el peso convertible o CUC. Para garantizar que el pueblo podía acceder a los productos más básicos, se estableció un sistema de equivalencias por el cual los cubanos pagan en peso y los turistas en divisa.


Durante años estuvo controlado el acceso del cubano a la divisa, hasta el punto de que el cubano no podía tener divisa de forma legal. Esto se hacía para evitar el mercado negro, o que se desarrollara la desigualdad entre cubanos, y se desestabilizara el sistema salarial. Sin embargo, el turista, generalmente, acude a los lugares sin conocer en profundidad la problemática del sitio visitado, y en Cuba, para muchos turistas de ideología conservadora o con poca idea, y muchos años de lavado de cerebro, dar limosna en forma de divisa al cubano se considera una práctica sana y de buen cristiano, o en el peor de los casos, un modo de dañar a la Revolución. Esta práctica ha generado la llamada "pirámide invertida".


Actualmente el cubano puede acudir a cambiar su moneda en CUC en las Cadecas, si quiere adquirir productos en divisa. Pero esto no siempre fue así. La doble moneda es motivo de críticas dentro y fuera, porque a menudo olvidamos el origen real del problema.


Cuando pensamos en el sistema salarial cubano, y los bajos sueldos de sus profesionales, en comparación con los nuestros, nos olvidamos de que hablamos de una moneda con un valor mucho más bajo que la nuestra, por tanto, un euro son al rededor de 28 pesos cubanos. Y también de que el coste de la vida en Cuba, contado en pesos, es también más bajo que el de Europa o América del Norte (mundo desarrollado). Y mezclamos las churras con las merinas, y decimos que un médico cubano no puede vivir como un médico español o francés. Y claro que no, pues un médico cubano vive en un país de economía subdesarrollada que intenta desarrollarse bajo la presión económica de las potencias capitalistas. Pero además, yo añado, que un médico español tampoco vive como un médico francés o alemán, o un médico sueco. Y que en muchos paises subdesarrollados hay médicos ricos, que los son por trabajar en clínicas privadas, y no en la sanidad pública, cuyos salarios no son suficientes en relación al coste de la vida.


Entonces volvemos a Cuba, y nos encontramos con un turista español, que gana en España un salario de 900 eur o 1000 eur, pongamos incluso 1500, se compra un billete de ida y vuelta por 700 eur o menos, dinero que ha ahorrado en varios meses o más de un año, y se encuentra con una guía de turismo, guapa e inteligente, y le cuenta un rollo sobre la dignidad de no poder acudir a un restaurante caro, cuando él si puede, y la invita a ir con él, para mostrarle lo bueno que es el capitalismo y lo malo que es el socialismo. Y ella acepta, porque a nadie le amarga un dulce.


Pero yo me pregunto, ¿a cuantas guías de turismo francesas invitaría este individuo al restaurante más caro de París, si estuviese haciendo turismo en el mundo desarrollado, donde es él el subdesarrollado?


Y le pedimos a Fidel y a Raul explicaciones, porque haya una doble economía, y chicas y chicos que quieren cobrar en divisa, o emigrar, para trabajar en los paises ricos y desarrollados, ahorrar y volver a su país. Sin embargo, nos olvidamos de la gran cantidad de casos similares que se dan en el resto de paises que conforman el Tercer Mundo, y de la ola migratoria tradicional de estos paises a los paises ricos, motivada por la desigual distribución de la riqueza mundial, la cual deriva de la aplicación a nivel internacional de políticas capitalistas, y no socialistas.



martes, 14 de septiembre de 2010

La Habana desde el Morro.

Nuestro segundo día llegó tras una tranquila noche, en la que paseamos por los alrededores para tomar contacto nocturno con nuestro recién adoptado barrio, El Vedado.

Poco a poco empezamos a acostumbrarnos a la oscuridad, o mejor dicho, a la claridad de la luna.


Las parejas caminan a lo largo de la Rampa hasta el Malecón, y en la lejanía suenan ecos musicales. La juventud se concentra en un tipo de chiringuitos, situados a los largo del Malecón. No acerté a preguntar si era por un motivo especial o es algo habitual. Los chiringuitos llegaban hasta la Tribuna Anti Imperialista, y en ellos se sirve comida y bebida.


Al llegar la mañana nos decidimos a hacer un plan de visitas. Aún desconocíamos el hecho de que planear algo en La Habana se hace bastante difícil, debido al carácter espontáneo y anárquico de sus habitantes, lo que seguro es extensible a toda la isla.

Nuestro plan consistía en ir a la Universidad y luego a la Plaza de la Revolución. Estudiamos con atención el mapa del vestíbulo del Hotel, más acertado que el que teníamos.

Caminamos calle abajo, a lo largo de la Calle O, en dirección a la Universidad, donde nos encontramos con un hombre que se ofreció a enseñarnos algo nuevo y distinto. De esta manera inauguramos la tradición de desviar nuestro camino, y cambiar los planes, de acuerdo a las indicaciones de los diversos guías cubanos que te salen al paso durante el camino. Nos acompañó hasta el Callejón de Hamel, una calle restaurada por el artista del mismo nombre con elementos reciclados y un resultado muy original y colorido.

Luego caminamos por la calle San Lárazo, donde el abuelo de Aznar tuvo su vivienda mientras dirigía el ultra derechista Diario de La Marina, cerrado tras la Revolución.

Llegamos al Hospital Hermanos Ameijeiras, un enorme edificio donde, de acuerdo a las palabras textuales de nuestro acompañante, Eusebio, le hacían a los cubanos todo tipo de "reparaciones", en referencia a la diversidad de especialidades que trabaja. Es el hospital general.


La Habana tiene un gran número de Hospitales, divididos por especialidades, además de los servicios médicos y clínicas de distrito.

La medicina cubana está muy bien considerada mundialmente, sus profesionales se reparten por el tercer mundo en misiones solidarias. El sistema de salud ofrece servicios sanitarios subsidiados por el Estado a todos los cubanos, los cuales, la mayor parte, son gratuitos (nuestra salud pública se costea mediante los impuestos, por tanto no es gratis). Se practica la medicina preventiva, lo que implica tratar de impedir el desarrollo de las enfermedades, con el objeto de reducir al máximo el coste de los tratamientos curativos.

Esta medicina preventiva va dirigida a crear condiciones alimenticias y vitales óptimas, impedir el desarrollo de la obesidad, sedentarismo o tabaquismo.


En Cuba se han eliminado muchas enfermedades, que son causa principal de mortandad en la mayoría de los paises del tercer mundo, como por ejemplo, entre otras, el sarampión, la rubeola o la meningitis.


Gracias al trabajo realizado en este campo, se ha reducido la mortalidad infantil, hasta el punto de ser el país con la menor tasa de mortalidad infantil en América, superando a EEUU y Canadá. Incluso algunas informaciones apuntan a que es el país con la menor mortandad infantil del mundo.

Esto es insólito, teniendo en cuenta las condiciones en que debe desarrollarse el sistema, y los impedimentos y problemas que enfrentan, debidos a la situación económica derivada del bloqueo económico, de la problemática regional, de la guerra abierta contra su poderoso vecino yanky, y de otras muchas cuestiones, que continuamente analizan, y tratan de solucionar.

A pesar de la campaña feroz que han hecho los contrarevolucionarios cubanos, y los medios de des información masiva, para atacar al sistema de salud cubano, la mayoría de los cubanos están orgullosos de sus médicos y de su sistema sanitario. Y no encontrarás a nadie que lo menosprecie, por más que esté en desacuerdo con otros aspectos del sistema político y social.

Tras la visita hospitalaria, nos dirigimos a la Plaza de la Revolución, inmensa, donde se festeja el 1º de Mayo, y donde se hacen los actos festivos relativos a la Revolución.

En su centro se alza el Memorial a José Martí, en cuya cúspide hay un mirador. José Martí, el Apostol de la Patria Cubana, está presente en cada rincón de la ciudad. En esta plaza se encuentra el Ministerio del Interior, que tiene un enorme mural con la famosa imagen del Che Guevara, que tomara Korda, y la frase que el Comandante de los pobres hiciera histórica: "Hasta la victoria siempre", el Ministerio de Informática y Comunicación, donde se alza la hermosa imagen de Camilo Cienfuegos, el otro heroico comandante y gran amigo del Che, con su frase dirigida a Fidel: ¡Vas bien Fidel! Ambos son iluminados durante la noche.

La Biblioteca Nacional José Martí se encuentra a un lado de la plaza, es enorme, y contiene una importante colección de fondos bibliográficos, documentales y audiovisuales. El sistema nacional de bibliotecas rige un total de 411 bibliotecas en toda la isla.

El calor apremiaba, y nos despedimos de nuestro guía, para marcharnos en taxi al Morro. La fortaleza Española flanquea la ciudad, y puede considerarse un símbolo de resistencia histórico. El emplazamiento es idílico, y entrar en el conjunto cuesta un CUC, si no vas a visitar las instalaciones por dentro. Se compone de el Complejo de la Cabaña, de uso militar, y el Morro.

Nuestro interés en La Cabaña era dado por la visita al despacho de Ernesto Che Guevara, recién entrado en la Habana, tras la victoria. Contiene una pequeña exposición de objetos personales, y su despacho, con una foto en la pared del Comandante. Luego hay varias salas expositoras de temática militar, y una cafetería.

La imagen siempre joven, siempre hermosa, siempre profunda del Comandante se encuentra, igual que Martí, en toda la ciudad, y en toda la isla.

El Morro contiene una exposición que recrea la historia de la fortaleza española, por tanto, aquí se encierra, también, parte de nuestra historia.

La guía era una licenciada en Educación, que antes que guía había sido maestra, dejando este empleo por el que tiene actualmente, porque es en el sector turístico donde tiene posibilidad de acceder a la divisa (el CUC). Durante la visita se interesó por la imagen que teníamos de Cuba y de los cubanos, y qué pensábamos de lo que estábamos viendo. Era una chica muy preparada, y culta, que sin embargo no parecía valorar muchas cosas que su país le ha dado, y que no habría obtenido si hubiera nacido en cualquier otro país vecino, en peores condiciones que el suyo. Estaba muy preocupada por la situación económica que les hace depender de la divisa. Un hombre cordobés, que formaba parte del pequeño grupo, y con un fuerte sentimiento anti comunista, contribuyó a aumentar su pesar, cuando insinuó, mostrando un absoluto desconocimiento del pueblo cubano, y sobre todo, del contexto político y económico que rodea a la divisa, y a la dependencia económica de unos paises con otros, que la resistencia y la lucha diaria del pueblo cubano por su emancipación es indigna. La joven se refirió a la indignidad en la que, según ella, se ven algunas chicas que se venden a los turistas a cambio de divisa.
El cordobés acababa de aprovechar su condición de turista, poseedor de divisa, para quedar con una chica de, a penas, veinte y pocos años (el tenía unos cuantos más), por lo que no tuvo más remedio que justificarse diciendo que eso no era indigno. O mejor dicho, que no se refería a ese tipo de dignidad (claro, la que él no tenía).

Debo admitir que sentí un enorme pesar, pues consciente de que el turismo se ha convertido en una perversión para este país, también tengo que reconocer, que es la única forma que tienen de introducir divisa, para soportar el bloqueo económico.


Desde el Morro observamos La Habana, como una estampa digan de recordar, mientras la brisa del mar Caribe soplaba en nuestro rostro.

sábado, 11 de septiembre de 2010

El sol caribeño temprano calienta.

Primera mañana en La Habana. El jet lag trastocó mi sueño y a las 5 de la mañana andaba ya despierta, deseosa de que saliera el sol.



Las horas de sol son distintas en España y Cuba. Allí suele amanecer, más o menos, a la misma hora, pero tuve la sensación de que anochece antes, de tal modo que a las 21 horas hay una oscuridad similar a la de las 22 o 23 horas nuestras.

Solo habíamos contratado desayuno en el hotel. El buffet era sencillo; fruta, queso (en lonchas), jamón cocido, pan, bizcocho, mantequilla, zumos, café, y nuestro plato preferido, una tortilla cocinada sobre plancha.

Juana, la señora encargada de hacer las tortillas, nos preguntó si éramos jimaguas, que significa mellizas. A partir de este momento fue la pregunta del millón.

A la puerta del hotel siempre había taxis estacionados y taxistas haciendo corrillo. Nada más vernos nos preguntaban:

- ¿Taxi?


- No, gracias.


- ¿Y taxista?


Y nos reíamos todos.


Nuestro primer paseo tuvo una pequeña parada en el Hotel Saint Jonhn's, donde una empleada de la oficina de turismo nos dió unos consejos, mientras le pedíamos un plano de La Habana, que difería bastante de la realidad. Intentó convencernos de que contratásemos un tour por la ciudad, pero queríamos ir por libre.


Caminamos a lo largo de la Avenida 23, prolongación de la Rampa, para llegar al Malecón. El sol calentaba desde temprano, con una sensación térmica muy superior a la de Sevilla, a pesar de que tienen menos temperatura en grados. La cara empezó a empaparse en sudor, y observamos que los cubanos suelen llevar una toalla para limpiarse el sudor de la cara. Tuve que hacerme un moño para resistir, hasta acostumbrarme a esa sensación sudorípera.


Buscábamos, en vano, un paso de peatones, hasta que un simpático vía andante nos comentó que ellos sacaban pecho a los coches, sin más... ¡vamos, que se lanzan al asfalto!

Pasamos al otro lado, y nos sentamos frente al monumento dedicado a Antonio Maceo, líder independentista cubano.

La mayoría de los Cubanos consideran la Revolución como un proceso largo, iniciado con José Martí, del cual la Revolución de 1959 es una etapa de asentamiento, pero no la culminación, pues la Revolución, para ellos, sigue en marcha. Cada decisión que toman lo consideran un paso adelante, para afianzar la revolución.


Sentadas en el Malecón observamos a los pescadores, y los edificios, tantas veces filmados cuando se hacen esos reportajes sobre el mal estado del Malecón, con el objeto de desprestigiar al gobierno cubano.

El malecón está siendo restaurado con la ayuda de extranjeros, parece ser que España participa. Están las obras de restauración bastante adelantadas, en relación a los vídeos e imágenes que la gente pone en youtube o a los reportajes televisivos.

Pasamos de nuevo al otro lado de la calle, tras filmar, como hacen todos, el Malecón. En esto no fuimos originales (en casi nada).

Una pareja de policías nos sacó conversación.


Allí el piropo está a la orden del día... a veces en voz alta, y a veces, tan bajo que no alcanzas a saber que te han dicho, tan solo resuena un eco "linda". O te lanzan un beso aéreo, pescadores, viandantes, conductores de carruaje, policías... no importa el atuendo que les vista.
Son muy ocurrentes... "¿Vas a presentarte al concurso de belleza?"
Las mujeres cubanas miran a sus hombres con condescendencia y nos lazan un gesto empático, como si nos quisieran decir: "La que os queda" o "¡Qué pesados son!"


Por una boca calle llegamos a la Calle Neptuno. Como decimos por aquí, "petada", es decir, llena de gente. Hay muchos puestos de comida rápida, y ellos comen mucho en la calle, así como, puestos de venta de pan y otros productos al público con peso cubano.



También puestos de helado, que les gusta mucho, aunque siempre rememoran una época pasada en la que eran de más calidad, en los años setenta u ochenta, cuando podían mantener relaciones comerciales con la Europa del Este Socialista y la URSS. Hablan de estos años como de los mejores vividos allí, cuando no les faltaba nada.

Nos llamó la atención un pan amarillo que nunca habíamos visto, es pan de huevo. Y otro elemento a destacar son los "escaparates cubanos". Los establecimientos muestran los productos que se pueden adquirir de un modo muy distinto, ya que no existe el reclamo comercial. De modo austero se colocan en fila india, con el precio debajo, sin el más mínimo detalle ornamental que invite al consumo. Solo se coloca una muestra de cada uno de ellos. El resto está guardado. Dan apariencia de escasez crónica, pero si te cuelas en alguno, puedes comprobar que, aunque no en la medida excesiva de nuestros supermercados, tienen productos que pueden comprar para completar la cesta alimenticia y la cartilla de reparto (que no de racionamiento). Algunos productos se pagan en peso y otros en divisa. El asunto de la doble moneda lo trataré más tarde, pues en la actualidad está en debate en la isla.


A cierta altura de Neptuno nos topamos con el primero de los pillos o busca vidas. Es algo que caracteriza al centro histórico de todas las ciudades turísticas, sobre todo, en aquellas donde la picaresca es una característica inherente al hombre. Esto me recordó a mi propia ciudad, con las gitanas lectoras del destino en la mano. Aquí el asunto adquiere un matiz distinto debido a la doble moneda y la diferencia de la divisa.
La tónica general allí es que el pillo se te ofrezca como guía voluntario. Es la primera prueba a superar como novato, y tienes que andarte listo para no sucumbir a sus encantos, si quieres que te llegue el presupuesto hasta el final. Aunque ya sabemos que no todos los presupuestos son iguales, y nosotras pertenecíamos al grupo "del turista mil eurista": De vacaciones en Cuba pero con mi sueldo en España "me como los mocos".
La cosa es que algún que otro mil eurista se olvida de su condición económica real allí, a causa de la diferencia del valor de la moneda. Pero de esto ya hablaré más tarde, como dije.


En nuestro paseo por la Habana Centro y la Habana Vieja encontramos gente muy dispar entre los "busca vidas", que van desde guías voluntarios hasta un jinetero solidario. Un hombre de muy avanzada edad que portaba un cartel de cartón, como si pidiera de comer o dinero. Nos acercamos para leerlo, y para nuestra sorpresa el cartel decía: SEXO GRATIS. Acompañaba al anuncio la lista de servicios sexuales gratuitos, y su reclamo era:

"OTROS CUBANOS COBRARÍAN POR ESTO"

Fue la anécdota graciosa de la mañana. No parábamos de reir.

No son mayoría en la ciudad, y de hecho, solo se concentran en esta parte, la parte turística. Donde saben que conseguirán divisa haciendo gracias al turista, y sugiriendo, alguno de ellos, que este es su único sustento, algo que no es exactamente así.

Atravesamos la Calle Muralla, con partes en muy mal estado, y a medida que te acercas a la Plaza Vieja mejora, por la restauración. En esta calle destacamos otro simpático cartel, esta vez en un taller de reparación. Decía: NO SE HACEN TRABAJOS DOMÉSTICOS, EVITEN LAS MOLESTIAS.

A la entrada de la plaza hay un centro de atención a ancianos. Los ancianos y los niños se consideran una prioridad para los servicios sociales.

Yo vestía una camiseta con una frase en inglés: I LOVE YOU

Y a mi paso, los grupos de hombres sentados en los soportales, me decían en tono burlón y gracioso: "We love you darling". O "Where do yo come from?"


La Plaza Vieja es preciosa, colorida y alegre. Nos tomamos en una cafetería un jugo de melón, que es sandía para ellos.


Un grupo de teatro hace un espectáculo carnavalesco con música y baile, subidos en unos zancos. En esta plaza encontramos un establecimiento de ADIDAS, y otro de Benneton, a punto de abrirse. El problema es que el acceso a sus productos se hace en divisa, y para los cubanos es muy caro, aunque a veces hacen algún esfuerzo, ahorran, y se dan un gusto.


No crean que el cubano va mal vestido, pues son muy mirados con el atuendo, y curiosamente, encuentras zapatos, ropa, y complementos en ellos similares a los nuestros. Observándolos con atención te sorprenderá el hecho de que calcen las mismas sandalias que se venden en España, las cuales adquieren en los mercadillos callejeros. Es cierto que no pueden darse el lujo de invertir tanto en ropa y calzado, pero no están mal provistos, en términos generales. O al menos, del modo que alguna gente cree por aquí.

Hay un centro de arte, donde se exponen pinturas y los autores de estas las venden al turista. Pero lo que más nos gustó de la plaza es la Escuela Primaria Ángela Landa, donde llegamos accidentamente a causa de la rotura de la sandalia de Rosa, que reparó el administrador del colegio, Arturo.

Mientras esperábamos, nos hablaron del inicio del curso, y de cómo en Cuba es una fiesta ese evento. La Plaza se llena de niños, ya que el recreo se desarrolla en ella, y las clases de gimnasia también. Tenían problemas con la provisión de bolígrafos, ya que esto es un bien que escasea en la isla, y nos ofrecimos a comprar en alguna tienda para donarlos, a lo que contestaron sonriendo:
-Es difícil encontrar bolígrafos aquí, ese es el problema, tal vez vendan en una librería en la calle Mercader.

Días más tarde volveríamos al colegio para despedirnos de ellos.

Lo que caracteriza a todos los empleados de la educación es la humildad extrema, el salario del profesor cubano gira en torno a los 400 pesos mensuales. La educación es gratuita desde la primaria hasta la Universidad, y a diferencia de aquí, no suelen carecer de empleos en este sector, solo que muchos de ellos deciden dejar este empleo para trabajar en el sector turístico, ya que es aquí donde abunda la divisa, y por tanto pueden acceder a ella.

Esta situación está impactando negativamente en muchos sectores, y buscar la solución se ha convertido en tarea principal para el gobierno cubano.

Al finalizar la mañana, estábamos extasiadas, la vuelta la hicimos en un coche de caballos, al que subimos tras ser "literalmente" cazadas por un caza turistas, algo que nos sirvió para tomar bellas imágenes del malecón, aunque la aventura nos costó 25 CUC.

viernes, 10 de septiembre de 2010

La sociedad y su paisaje (II)

Ahora entro en materia y explico la razón del título. En geografía se estudia el modo en que cada sociedad se refleja en su paisaje (La imagen de la ciudad). Y esto es una realidad aplastante cuando los modos sociales difieren tanto como lo hacen el capitalista y el socialista.

La diferencia de los paisajes urbanos explica la concepción que uno mismo tiene de las cosas que ve, de acuerdo al modo en que alcance a analizar los signos sociales en la urbe.

Lo primero que llama la atención al llegar allí es la oscuridad en las calles. Las zonas iluminadas lo están de un modo muy racionalizado, lo que se traduce en poca luz. Al principio te cuesta trabajo adivinar el rostro de la gente, pero al pasar un par de días te acostumbras a ver en ese nivel de luz, y caminas con la misma tranquilidad que lo hacen los cubanos, y sintiéndote segura de no estar en peligro, debido a la enorme seguridad que hay, de la que adolecemos en otros lugares del mundo.

Hablo de la luz nocturna porque era de noche cuando llegamos al Vedado. Vedado significa "prohibido", y he escuchado dos versiones sobre el origen, de modo que los que sepan más que yo, no duden en aclarar. Una de ellas habla de que ésta era una zona que constituía la parcela de un conde (el Conde de Pozos Dulces), y que estaba "vedada" al resto. Y la otra se decanta por la prohibición de talar sus árboles.

El barrio pertenece al municipio Plaza de la Revolución. El Hotel en que nos hospedamos es modesto, aunque tuvo que tener mucha solera en algún tiempo pasado. Un mural recuerda a algunos de sus huéspedes ilustres entre los que destacan a Ramón Castro, Salvador Allende o Camilo Cienfuegos. La habitación cuesta entre 50 y 30 CUC la noche, dependiendo de la temporada. Muy limpia.

Delante del hotel se despliega La Rampa, gran avenida, llena de vida, y justo frente a su puerta se alzan bloques de viviendas familiares, de corte obrero, de color rosa y blanco. La tónica general externa de las fachadas habaneras es la falta de pintura, ya que la pintura es un producto caro para ellos. Los materiales para la reconstrucción y reparación de edificios son, en general, caros para adquirirlos allí. Sin embargo hay diferencias por pisos o viviendas, así hay algunos pintados y perfectamente cuidados, y otros más descuidados.

La calle O es una calle estrecha, y ruidosa. El paisaje urbano se define por la austeridad comercial, y el derroche humano. Tal vez sea esta austeridad comercial lo que lleva a muchos turistas a pensar de modo falso que el cubano es "un muerto de hambre", porque hay una falta evidente de escaparates voluptuosos y luminosos comerciales que te invitan al consumo.

Las vallas anunciantes se usan para dar mensajes al pueblo, o para recordar frases históricas de lucha y resistencia. Donde aquí te ponen "Yo no soy tonto", allí encuentras "Todo por la Revolución" "Patria o Muerte o "Hasta la victoria siempre".

Este hecho ha llevado a algunos a pensar que se abusa de la propaganda política. En este aspecto hay gustos para todos, pero entre "Yo no soy tonto" (para venderte productos electrónicos que resultan estar en mal estado en algún caso que otro) y "Patria o Muerte" que refleja de modo fiel la realidad en la que vive el pueblo cubano que se enfrenta con gran dignidad a las agresiones del Sherif mundial, me quedo con lo segundo.

En el paisaje destaca la tranquilidad y sosiego del cubano, que jamás pierde los nervios, por nada del mundo, y la musicalidad de su entonación.

Hay mucha gente en la calle, y muchos niños, que en ningún caso tienen aspecto desnutrido o de estar mal alimentados.

El cubano es un gran hablador, y es habitual encontrar corros de personas conversando sobre sus problemas diarios, o gente sentada, simplemente al quicio de la puerta, o en la terraza. Punto de encuentro de jóvenes habaneros es el Malecón, donde se concentran todas estas prácticas descritas, pero esto lo contaré en otra entrega.

La sociedad y su paisaje (I)

Tal vez os esteis preguntando la razón que me lleva a dar este nombre a la siguiente entrega. Sin embargo, fue esta la primera idea que asaltó mi mente al llegar a La Habana.


Sobre el vuelo no hay mucho que decir, aquellos que han cruzado el charco en avión saben que las nueves horas se hacen muy pesadas. En la cabina se acumulan olores y, sobretodo, cansancio, palpable en el ambiente.

Del trayecto quedan dos anécdotas para el recuerdo.



La primera se produjo en el aeropuerto de Madrid, en la T4. Una pareja se idolatraba mutuamente ante la cabina que da acceso a las puertas de embarque, mientras la autoridad competente revisaba su documentación. Frente a las atónitas miradas de todos el joven policía fijó sus ojos, con dureza, en los ojos del presunto enamorado, y con voz seca, agregó:


_ ¿Sabe usted que tiene una orden de alejamiento de esta señorita?

Y apuntó a la mujer.

Él se lo tomó con tal naturalidad que incluso daba miedo, y trató de explicar al joven policía su situación con la mujer, con bastante "guapería", que diría un cubano.

_ Ya, pero caducó el día 15... ¿no?

Fueron retenidos, y nosotras pasamos, de modo que no os puedo contar el resto de la terrible historia "De amor y de ostias"

La segunda sucedió en el vuelo, y la protagoniza mi hermana, a quien suelen pasar las cosas más dispares.

En los vuelos transoceánicos te ponen dos comidas: almuerzo y merienda o cena y desayuno.


Tras el almuerzo, de pasta y tomate, que deshacía el estómago, mi hermana, a quien a partir de ahora llamaré "mi jimagua", se dispuso a acudir al baño para lavarse los dientes. A la vuelta traía la cara un poco arrugada... y yo le pregunté...

_¿Te ha pasado algo?

Entonces se sentó a mi lado, y con el salero que la caracteriza, me dijo.

_¿Cuantas posibilidades hay de ir al baño de un avión, abrir la puerta, y encontrarte a un tío cagando?

De repente estalló la risa de ambas, cuando relató cómo después de abrir la puerta en pleno apogeo, tuvo que hacer de tripas corazón, y encerrarse en ese medio sarcófago que hace las veces de baño para aguantar la respiración mientras se lavaba los dientes.

El joven había olvidado poner el seguro a la puerta.

A las 20.30 en La Habana, el avión aterrizó sobre la Perla del Caribe, siendo mi primera imagen un pequeño cúmulo luminoso que se dispersaba al acercarnos.

El aeropuerto internacional José Martí está situado a 18 km de La Habana, en el municipio de Rancho Boyeros.


No es muy grande, y a pesar de que, mi gran amigo Tomas Caballero, me advirtió que se nos haría largo el proceso de paso por extranjería para el sellado de visados, finalmente no me resultó tan pesado, y tuvimos la suerte de colocarnos en la cola adecuada, pues ya sabeis, los que habeis hecho cola en alguna ocasión, algo que no es ajeno al españolito de a pié, que hay colas y colas.

El techo del aeropuerto está adornado con banderas, y el colorido es lo primero que salta a la vista. No hubo problemas para encontrar el equipaje, debido al excelente servicio prestado por el personal aeroportuario, y en general, fue más rápido de lo que imaginé a priori, de acuerdo a los relatos de otros viajeros.

Lo primero es cambiar moneda en CUC o peso convertible, que equivale a 0'85 EUR. Como norma de seguridad establecen que solo puede estar en la caja una persona, y la siguiente debe situarse a una distancia prudencial.

Ya en el aeropuerto nos hablaron del deber de todo turista recién llegado de visitar La Casa de la Música, donde los cubanos acuden a "romper cintura" (palabras textuales), y Tropicana, lo que me hizo reir al acordarme de Tomás.

En las puertas del aeropuerto nos vimos arrastradas a un taxi, negro y amarillo, cuyo conductor no puso el cuenta kilómetros, algo que se convertiría en una tradición durante nuestra estancia, aunque Rafael nos aclaró que tienen la obligación de hacerlo.

El hombre nos preguntó si nos molestaba la música, y le dijimos que no, lo que tuvo como consecuencia conocer el volumen musical cubano, que a Rafael Migueles tanto disgusta.

Como si marchásemos en un taxi discoteca, y haciendo esfuerzos por escuchar nuestras voces y la del taxista, quien en lugar de bajar la música para hablarnos, alzaba la voz, emprendimos camino al Hotel Vedado, en el barrio del Vedado, conocido por una gran mayoría de nosotros a través del grupo Orishas.

Hago un pequeño paréntesis para comentar los pormenores automovolísticos, en unos carros sesenteros o setenteros, cuyas piezas se conservan muchas veces con gran dificultad, debido al espfuerzo económico que supone para los cubanos renovar la plantilla automovilística. Más adelante comentaré de los coches.

http://www.youtube.com/watch?v=meyxOHl2wnI