miércoles, 16 de febrero de 2011

De la La Habana me voy con la mochila cargada.

Esta será la última entrega dedicada al viaje, pero el blog no se da por finalizado, ya que mi primer encuentro con La Habana fue más que físico. Supone el comienzo de una historia, y no el final.

Mi maleta regresó a España con la poca ropa que llevé, con algunos objetos menos que dejé, con libros y recuerdos, así como, hermosas sensaciones.

Por la mañana Rafael vino a buscarnos, a la esquina de la calle O, donde se encuentra el Hotel Vedado. Sería nuestra última mañana juntos.

- Nos habéis acostumbrado a estar con vosotras, y ahora os vais. ¡No se como vamos a hacer para vivir sin vosotras! - dijo sin ocultar la emoción.

Dejamos las maletas hechas en el Hotel, y caminamos calle abajo, por San Lázaro, mientras hablábamos de nuestras cosas. Tratamos el soñado viaje de Rafael a España, donde ya había estado una vez, en Madrid. Esta vez sería para conocer Galicia, Valencia, y ahora Sevilla.

Almorzamos juntos en un restaurante oriental que se encuentra dentro de un grande centro comercial. Estaba lleno de gente. Me interesé por saber si era para pagar en CUC o pesos, y Rafael dijo que básicamente en CUC, pero que solía ser frecuentado por los cubanos.
Comimos ensalada de aguacate y una sopa cuyo nombre no recuerdo, creo que típica coreana. A Rafael le gusta la cocina oriental.
Hablamos de su experiencia militar en África (Angola). Y de sus trabajos como profesor universitario en otras capitales Centro Americanas. También de cine soviético, un gran desconocido para los Españoles, y muy familiar para los Cubanos.

Finalmente volvimos al hotel porque Rafael había pedido a Rafaelito, su hijo menor, que viniese con nosotros. Es un chico altísimo, y guapísimo, como toda la familia Migueles-Oduardo, de 17 años. Le gusta el fútbol, que no es el deporte nacional de Cuba. Ya sabéis que es el baseball.

Comentamos la azaña española en los mundiales, y cómo la Rampa se llenó de gente para celebrar la victoria de la selección. Pero Rafaelito es seguidor de la selección alemana, y lloró amargamente su derrota.

El fútbol ha comenzado a interesar a la juventud cubana muy recientemente. Los mayores se resisten a la introducción de dicho deporte, que ven como una aportación foránea.

Tendríamos que valorar si este interés de la juventud por el que es el deporte "rey" en Europa y Latino América (excepto Cuba), tiene que ver con la profesionalización y comercialización que ha alcanzado, y que trasciende a la televisión. Los mundiales de fútbol están llenos de las estrellas de las ligas profesionales, que la mayoría de las veces eclipsan a sus respectivas selecciones.

La relación entre Rafael y Rafaelito es muy especial, es el menor de siete hermanos, y el "mimado" según reconoce el mismo Rafael Migueles, mientras Rafaelito sonríe. Se prepara para ir a la Universidad. Le gusta la informática y el deporte.

La despedida tuvo su punto emotivo, ya que mi hermana no pudo evitar llorar, haciendo que Rafael se emocionara mucho. Yo estaba tremendamente afectada pero como buena "soviética", así me llama mi jimagua, no derramé una lágrima.
Rafael asegura que las soviéticas son muy emotivas y que yo me resisto a demostrar los sentimientos. Le intenté explicar que no es así, que es mi carácter, es una tara como cualquier otra.

Nos alejamos en el taxi, mientras Rosa no paraba de llorar. Ella había tenido experiencias muy fuertes allí, debido a que pasa una mala racha en España desde hace un año. Tuvo un punto de inflexión en Cuba para olvidarse de ello, y ahora regresaba a la realidad española, con lo bueno y con lo malo.
El taxista intentó consolarla.

- Aquí pasamos muchas dificultades, pero nunca perdemos el optimismo. Hay que ver el lado bueno de la vida.

Era una gran verdad. Y, prácticamente, la lección que me he llevado de la isla. La alegría, dignidad y optimismo con las que afrontan cada problema. La solidaridad y el humanismo. La imaginación y la frescura. El libre albedrío y la tranquilidad. El tiempo transcurre lentamente dejando a los hombres y a las mujeres disfrutar de su ecosistema humano y natural.

A las 23 h el avión partió de Jose Martí, y ví la silueta del verde caimán alejarse de mí, con su escasa luz. Las horas de vuelo hasta Madrid las pasamos dormidas. Recién despiertas nos sirvieron el desayuno, pero eran casi las 14 h españolas. La T4 me devolvió el artificial paisaje del capitalismo, a través de escaparates cuidadosamente decorados para fomentar el consumo. Nada que ver con la sobriedad del establecimiento cubano. Explosión de colores chillones, anuncios de perfumes. Mundos distintos, mundos opuestos, que unos u otros aman indistintamente.

¿Podría mucha gente de la que conozco vivir en Cuba? Tal vez no. ¿Podrían muchos cubanos vivir en el capitalismo? Tal vez no. Estoy segura de que muchos Alemanes de la Antigua RDA, o Yugoeslavos, o Rusos añoran el comunismo, así como otros se alegran de que ya no exista.

Y una reflexión, un pensamiento producto de aquel contraste nació en mi mente. Los modelos económicos son resultado de nuestras propios caracteres. Por ello algunos prefieren pasar la vida rodeados de abundancia, con el riesgo y la seguridad de que esa abundancia no estará a su alcance, pero con la utopía de mejorar su nivel económico, a base de suerte y trabajo. Con la ayuda de las hipotecas, que los ligan de por vida al capital, y los esclavizan.  Pero les permiten acariciar su utopía de forma leve, como un suspiro, que a veces se corta, cuando llegan los tiempos de crisis.
Y otros prefieren tener asegurados los elementos básicos que garantizan la existencia; Vivienda, sanidad y educación gratuita, servicios sociales que den cobertura a los problemas cotidianos. Su utopía es otra: Que todos los seres humanos tengan aseguradas esas mismas cosas. Que se reparta la riqueza en el mundo.

Cuba es un compendio de elementos muy difíciles de entender en una corta visita de 15 días a La Habana. Muchos europeos, norte americanos, y gente procedente del mundo rico, y en casos, falsamente rico (España, Italia, Grecia, Portugal...) llegamos allí con nuestros prejuicios del bienestar, de la presunta abundancia.
La gente se pasea sorprendiéndose de los salarios bajos, que no solo se dan en Cuba, sino en el conjunto de la región, y lo analizan superficialmente, como si ellos no formasen parte de la mala distribución de la riqueza. Como si el derroche del primer mundo fuese ajeno a las carencias del segundo y el tercero.
Los culpables son ellos mismos que no han sabido organizarse como nosotros. La culpa la tiene el comunismo en Cuba o Fidel Castro, pero en Haití es del propio pueblo y la corrupción política, la cual también es ajena al mundo rico para ellos. En Bolivia es Evo Morales, y antes... "bueno habría otro indio de esos"... Todos son culpables, menos nosotros que nos comemos y consumimos los recursos del planeta sin sentir remordimientos.

Esto es todo del primer tomo de mi blog. A partir de ahora seguiremos en La Habana, y en el resto de la isla, pero a través de su historia.